Ustedes que luchan denodadamente por impedir que seres humanos desesperados atraviesen una línea imaginaria entre el futuro y la miseria, lo hacen con tanto empeño que no dudan en desgarrarles no solo los sueños sino la carne misma. No veo, sin embargo, que estén dispuestos a poner el mismo ahínco en que los tratantes de carne humana llenen de esclavas sexuales nuestras calles, los prostíbulos y hasta el último y sórdido burdel de carretera alumbrado con fluorescentes que señalan nuestra vergüenza como sociedad.
Andan ahora preocupados por si la iniciativa abolicionista francesa que ha llevado a la Asamblea Nacional a aprobar esta semana pasada una “Ley para la lucha contra el sistema de prostitución” va a trasladar a parte de esas mujeres a España. Mejor sería preocuparse por cual es nuestro papel en la lucha contra la esclavitud del siglo XXI, contra los tratantes de mujeres y niñas, contra esos datos que nos convierten en el segundo país de Europa, después de Italia, en número de esclavas sexuales.
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